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Traductores de aymara, quechua y guaraní

Recojo textualmente una iniciativa de la Biblioteca de las Indias Electrónicas que considero, además de interesante, necesaria vistos los derroteros de la extraña "alianza" Evo Morales - Microsoft.

En lengua nativa sí, pero ante todo libre

La Biblioteca de las Indias lanza una campaña para traducir a las 3 lenguas nativas más extensas de América del Sur, Claroline, el programa libre más usado en Iberoamérica como plataforma de teleformación y educación a distancia.

Según los principios del manifiesto Ubuntu: todo el mundo ha de poder disponer de las herramientas tecnológicas necesarias para su desarrollo gratis, libres y en su lengua materna.

Por eso queremos traducir al quechua, el aymara y el guaraní Claroline, la plataforma libre de teleformación y educación a distancia más extendida de Latinoamérica.

Desde la Biblioteca de las Indias Electrónicas, hacemos un llamamiento: buscamos 3 voluntarios por cada idioma que hablen y escriban correctamente estas tres lenguas para traducir el fichero de localización de la plataforma.

Para incentivar la participación y el esfuerzo, junto con nuestros amigos de Sin Género de Dudas hemos abierto un fondo que parte con 900 euros, asegurando que cada traductor recibe un mínimo de 100 euros por su trabajo. Por supuesto nos gustaría que fuera más, por eso estáis invitados a hacer vuestras donaciones mediante Paypal desde la página de la campaña.

Nuestro objetivo es presentar los primeros resultados en Montevideo durante Cumbre Iberoamericana, que por primera vez se ha dado como objetivo el reconocimiento y fomento de todos estos idiomas.

Ni que decir tiene que la iniciativa es modesta: traducir el software y dejar esa traducción al dominio público para que cualquiera pueda usarlo y se integre a la distribución oficial y libre de Claroline. Pero creemos también que puede ser la semilla de muchas más cosas. Es cuando menos un ejemplo de colaboración entre defensores del software libre de un lado y otro del Atlántico que parte del reconocimiento de la diferencia y la diversidad lingüística de América.

A esa mirada y a esa ética es a la que queremos dar luz con esta campaña y la que os invitamos a difundir desde vuestros blogs.

[Más info en la página oficial de la campaña]

[Debate en menéame]

Curioso...

Curioso...
  • Curioso el cambio de tono en los editoriales de El País de los dos últimos días, en los que, entre otras cosas, de las rotundas afirmaciones del día 11 se pasa a añadir los reglamentarios "supuestamente" o "aparentemente" el día 12. Una muestra:
Ayer, la policía británica, en cooperación con otras policías de sociedades democráticas, abortó un disparate de dimensiones planetarias cuyo objetivo era instalarnos, una vez más, en el terror y hacernos menos libres en la medida que más vulnerables. (El País, 11-8-2006)
Ha sucedido antes y volverá a suceder que mucho de lo que hoy parece claro deja de serlo a medida que avanzan y se afianzan o desinflan las pesquisas policiales y judiciales. [...] No faltan motivos a los dirigentes de los musulmanes británicos, 1,7 millones, para mostrar cierto escepticismo ante las revelaciones de Scotland Yard; y temor a una criminalización colectiva de su comunidad. Argumentan, con razón, que algunas otras sonadas operaciones antiterroristas recientes han concluido en fiasco, cuando no en aberraciones policiales. (El Pais, 12-8-2006)
  • Un interesante análisis en el periódico argentino Clarín sobre la delgada línea roja entre las posibles mentiras oficiales y las insostenibles teorías conspirativas: Terrorismo: el rostro oscuro de la globalización. (Gracias a mi texano informante ;-)

  • Curiosa la cumbre que preparan los acaudalados y heterodoxos príncipes del petróleo nada menos que ¡en La Meca! después de tener que renunciar apresuradamente a su habitual sodoma veraniego en Beirut. Supongo que después del infame papel que han desempeñado en la invasión israelí de Líbano, cuando estaba en su manos, y sólo en sus manos, haber plantado cara al constante asedio que padece la región y haber puesto fin a a la agresión de inmediato (¿alguien se acuerda del embargo petrolero de 1973?), ahora realizarán un cónclave para lavar su conciencia con abundantes petrodólares de "ayuda", calmar a sus inquietos y airados ciudadanos e intentar inútilmente recuperar algo del respeto que ya hace decenios perdieron en todo el mundo árabo-musulmán. Pero no es eso lo que resulta curioso, sino el hecho de que a dicha cumbre, bajo patrocinio de los exclusivos cancerberos de los Santos Lugares, no podrá acudir el mismísmo presidente de Líbano, Émile Lahoud, a menos que antes pronuncie la shahada ante dos testigos musulmanes (lo que le obligaría a dimitir de inmediato, ya que la sectaria legislación libanesa prescribe que el presidente del país ha de ser, obligatoriamente, cristiano, vestigios del colonialismo francés). Nadie puede entrar en La Meca sin ser musulmán (salvo las tropas de elite francesas undercover que participaron en el asalto de 1979, claró está). Desconozco por completo cuáles pueden ser las extrañas razones para celebrar una cumbre precisamente en La Meca, y dada la diligencia de los petropríncipes, sólo espero que no coincida con el próximo hayy. Ya haram! (La revuelta shiita de julio de 1987 durante la peregrinación anual, en la que murieron 402 personas, podría parecer un simulacro.)


Akelarre on the beach

Akelarre on the beach

Ya ha comenzado la paracumbre de Pebble Beach, la endogámica y onanista orgía que celebra el selecto racimo de cráneos previlegiados, que diría Valle-Inclán, que configuran las milicias de elite del reino de Mordor: Tony Blair (miembro en ciernes del consejo de administración de News Corp.), Bono U2 (el bardo del poder), Arnold Schwarzenegger (que ha ofrecido a Blair un papel en Terminator IV), Nicole Kidman, los Clinton, Aznar, y un oportuno invitado de excepción, Simon Peres, viceprimer ministro-israelí, que ha decidido tomarse un descanso de su guerra defensivo-preventiva para participar, supongo que en calidad de experto en resolución de conflictos y diálogo interreligioso, nada menos que en un debate sobre "Islam y Occidente". La crónica del Guardian no tiene desperdicio: Media Monkey goes to Pebble Beach.

El diablo los cría y ellos se juntan.

Jews for and against...

Todas estas fotografías corresponden a las manifestaciones celebradas en Estados Unidos para protestar por los ataques a Gaza y Líbano. Todas ellas muestran a miembros de organizaciones judías que participaron en las protestas, que haberlas, hailas.

Jews against the Occupation:

 

Jews for a Free Palestine (San Francisco):

 

Jewish Voice for Peace:

 

Jews United Against Zionism (judíos odoxos antisionistas)


Dinero, miedo y libros

Un post acorde con mi fragmentaria mente. Y es que por fin ha llegado el calor...

  • Cuenta hoy El País que El sueldo medio en España continúa descendiendo y se reduce un 0,5% en el primer trimestre. Hasta aquí, nada que me sorprenda. Sin embargo, entre los datos, menciona que el salario medio en España es de 1992 euros. No sé si se trata de un error tipográfico, de una falta de rigor periodístico o estadístico o de la consecuencia lógica de incluir en la operación matemática los míseros sueldos de los españolitos de a pie y los generosos sueldos de CEOs y botines patrios... Algo no me cuadra.

  • Me llega por email el último anuncio de Caja Madrid. Obscenidad en estado puro. Money makes the world go around, the world go around...

 

  • Mi querida Camisa de Once Varas, narra de forma inigualable en De histerias y sadismo los frutos cotidianos de la estrategia del miedo... No quiero ni pensar qué podría haber ocurrido de haberse emitido por aquellos lares el famoso anuncio de Amena. Nada de poner una pica en Flandes; un desembarco de Hamas en toda regla.

 
  • Y algo para disfrutar: la World eBook Fair permite descargar gratuitamente entre el 4 de julio y el 4 de agosto sus más de 300.000 libros en diferentes idiomas. ¡Menos mal!

Filantrocapitalismo

Filantrocapitalismo

Warren Buffet, el segundo hombre más rico del mundo, anunció hace algunos días su adhesión a la corriente filantrocapitalista, la filial no musical de los bardos del poder, mediante la donación de unos 25.000 millones de euros de su fortuna a la Fundación Gates. El periódico de PJ publica hoy la traducción de un artículo de Simon Jenkins, columnista de The Guardian, que reproduzco aquí.

 
La era del filantropismo


Cuando el segundo hombre más rico del mundo dona la mayor parte de su fortuna al hombre más rico del mundo, los demás haremos bien si escondemos las carteras. Warren Buffett ha entregado 31.000 millones de dólares (cerca de 25.000 millones de euros al cambio actual) a Bill Gates para que los sume a los 29.000 millones de dólares (unos 22,6 miles de millones de euros) de su fundación. Gates ha respondido con una cita de Adam Smith sobre la virtud de la filantropía. Sin embargo, ha olvidado otra cita de ese otro gran hombre, que dice que los comerciantes «casi nunca coinciden para verse, ni siquiera para fiestas ni diversiones, pero sus conversaciones terminan en una conspiración en contra del público». ¿Qué es lo que está ocurriendo?
El siglo XIX fue la era del capitalismo; el XX, la del socialismo. El siglo XXI va a ser la de las obras de caridad, o al menos eso es lo que nos inducen a creer. No obstante, como dijo Margaret Thatcher en su sermón sobre el Buen Samaritano: «Recordad, lo primero que tuvo que hacer fue ganar dinero». La avaricia ha vuelto, pero se trata de avaricia adornada de nobleza.
A decir verdad, resulta terriblemente difícil deshacerse de una gran fortuna. Los hombres han comprado tierras, construido mansiones, dilapidado hasta el último céntimo en casinos, caballos y mujeres. Han legado dinero a sus hijos para que hicieran lo mismo. Títulos de nobleza, yates, equipos de fútbol, teatros de ópera, ranchos en América Latina… normalmente, todas estas propiedades se han ido como han llegado.
Hasta la imaginación más calenturienta termina finalmente por agotarse. Buffett afirma que cree en la meritocracia y, por tanto, ha puesto a sus hijos en la tesitura de salir adelante con 1.000 millones de dólares (cerca de 800 millones de euros al cambio actual) cada uno. Puesto que dejar quieto el dinero en el banco no se compagina bien con el espíritu de los emprendedores, el resto de la fortuna debe destinarse a algo. En su desesperación, Buffett ha buscado la ayuda del matrimonio Gates.
El millonario se citó con Bill y Melinda Gates el lunes pasado en el Hotel Sheraton de Nueva York para informarles sobre lo que podrían hacer con la suma de sus fortunas. Parece que suplementar el Estado de Bienestar con dinero contante y sonante para escuelas y hospitales, así, sin más, no estaba a la altura de estos magnates de escala mundial. De la misma manera que Ted Turner, de la CNN, donó tiempo atrás 1.000 millones de dólares a Naciones Unidas, los Gates se inclinan por aliviar la pobreza y las enfermedades en el mundo y por mejorar el acceso a la tecnología. «Hay millones de personas en todo el planeta que tienen que hacer frente a problemas de salud», reveló Buffett, mientras que la señora Gates añadió que las medicinas contra la malaria «son difíciles de tomar si los enfermos no tienen comida suficiente para tragarlas».
Cuando se les preguntó por qué no entregaban al gobierno los 3.000 millones de dólares (alrededor de 2.344 millones de euros al cambio actual) -lo que se calcula que suma su donación al año- para repartirlos como ayuda estatal, Buffett consideró que la pregunta era absurda: «Bill y Melinda van a emplearlos mejor que… la Hacienda Pública». Según sus manifestaciones, los filántropos «deben emplear la cabeza para repartir su dinero, exactamente igual que deben emplear la cabeza para acumularlo». Un punto de vista similar mantienen Turner, George Soros y Sandy Weill, del Citigroup. Aquellos que están hartos de ganar dinero están encontrando nuevos retos en el ejercicio de la filantropía.
Estas donaciones privadas resultan todavía insignificantes comparadas con lo que hacen los gobiernos. La ayuda internacional de Gran Bretaña durante el año que viene será el doble que la de la nueva fundación Gates. No obstante, en el siglo XIX habrían sido muy pocos los que se habrían atrevido a pronosticar que el Estado terminaría reemplazando a la caridad privada. El paso del bienestar voluntario al bienestar obligatorio empezó por un cambio en el imaginario moral. No veo ninguna razón por la que ese cambio no haya de recorrer el camino inverso.
En Gran Bretaña se está todavía muy lejos de esa situación. Aparte de un puñado de nombres, como los de Sainsbury, Weston y Rausing, las donaciones privadas están a años luz de poder participar en la liga norteamericana, y ello a pesar del vuelco espectacular de la generosidad del fisco durante los años 80, en que el tipo máximo de gravamen sobre la renta cayó desde más del 80% al 40%, lo que produjo un formidable ensanchamiento de la distancia entre los ricos de verdad y los más o menos pobres. Pero lo verdaderamente relevante es que los laboristas Tony Blair y Gordon Brown hayan aceptado este vuelco y, más aún, lo hayan impulsado una vez en el poder.
Tanto bajo gobiernos conservadores como bajo los laboristas, ha existido una tendencia muy marcada a desacreditar «el espíritu de servicio público». En boca de los ministros, lo axiomático es que lo público equivale a malo y lo privado bueno. De ahí que todos y cada uno de los sectores del Gobierno estén acongojado y tengan la moral por lo suelos, lo que se pone de manifiesto en el revoltijo de «reformas en marcha» sobre sanidad, educación y ley y orden. Por lo que parece, no hay ni un solo Departamento de la Administración «preparado para cumplir su función», ni las escuelas, ni el NHS (National Health System, o Sistema Nacional de Salud), ni Interior, ni Agricultura, ni la Seguridad Social, ni siquiera Defensa.
Para Blair, invariablemente el Gobierno no funciona bien y necesita un cambio, que sólo puede llegar de la mano del sector privado. Como es de esperar, ha surgido una nueva raza de ricachones paraestatales que ofrecen asesoramiento financiero, legal y de gestión a cambio de unos honorarios que quitan el hipo. Ansioso por ejercer de niñera a la hora de la cena de la nación, el Gobierno ha acudido a la gran cadena de supermercados Sainsbury’s (propietaria del banco del mismo nombre) en busca de ayuda.
Como consecuencia de ello, el sector público británico ha perdido la supremacía moral de la que disfrutó bajo el socialismo a lo largo del siglo XX. La causa no radica en que los ciudadanos hayan renunciado al Estado del Bienestar o a las medidas sociales sino a que el Gobierno ha llegado a parecer el detentador introvertido de un monopolio, indigno de la confianza que en otros tiempos se depositó en él. El poder se ha alejado del contacto con los ciudadanos y los servicios públicos se han subcontratado al sector privado.
Las grandes fortunas privadas de Estados Unidos se han cimentado sobre lo que en Gran Bretaña han sido mayoritariamente sectores de titularidad estatal, como los servicios públicos, el carbón, el acero y, posteriormente, el automóvil y los ordenadores.
En Estados Unidos han sido las segundas y la terceras generaciones las que se han volcado en la filantropía. En Gran Bretaña todavía está por ver que el tirón filantrópico vaya a alcanzar las proporciones norteamericanas. A sus capitalistas les falta todavía sentirse vulnerables a la vergüenza. No obstante, no me cabe la menor duda de que la incapacidad del NHS para sostener hospitales y médicos en el nivel local va a llevar a un resurgimiento de la beneficencia sanitaria de carácter privado, tal y como ya está ocurriendo en Estados Unidos a través de las iglesias.
Esta misma tendencia se puede observar ya en el gobierno internacional. Cualquiera de esas ciudades del mundo asaltadas en estos tiempos por la miseria sufre la ocupación de unos expatriados de las Naciones Unidas, el FMI (Fondo Monetario Internacional), el Banco Mundial y la Unión Europea, rodeados de privilegios, que hacen subir los alquileres, llenan los restaurantes y atascan las calles con sus Land Cruiser. Estos agentes del nuevo imperio supranacional disponen de recursos ilimitados y de un poder del que prácticamente no tienen que dar cuenta a nadie. Reclutan para sus filas a lo más selecto del talento cosmopolita, como en otros tiempos hacía la Administración Civil del Estado. Sin embargo, han subvencionado a demasiados dictadores y han arruinado demasiadas economías como para hacer que nos sintamos tranquilos. Ahora que su reputación moral cae en el descrédito ante el naufragio de Africa y de Oriente Próximo, se disponen a ser reemplazados por organizaciones benéficas ad hoc pertenecientes al sector privado. Es posible que los cretinos de internet y de las altas finanzas sean riquísimos, pero parece que el siglo XXI les ha dotado de conciencia. Estos hijos de los 60 han tomado en muchos casos un atajo hacia los beneficios, pero siguen predicando libertad y amor y han optado por devolver algo a la sociedad en lugar de entregárselo a sus herederos. Sus intenciones son buenas. Sin embargo, comparten un enemigo, el Gobierno moderno en todas sus formas. En palabras de Buffett, sólo un tonto confiaría su dinero a la Hacienda Pública. Lo que en otros tiempos habría parecido una calumnia parece ahora un lugar común. Quizás, personas como éstas gobernarían mejor el planeta, quién sabe. Eso sí, está claro que están dispuestas a intentarlo.

Mordor

Mordor

El reino de Mordor cuenta con un nuevo habitante en forma de consejero. Dividido entre su amor por la colonia y su pasión por la metrópoli, la madre de todos los patriotas no dudó a quién debía entregar su negro corazón cuando, tras agágica intercesión, se le ofreció una recompensa en especias por los servicios prestados a la causa imperial. El cargo de Consejero de Estado en pro de la patria era claramente insuficiente para el inspector de hacienda travestido en estadista mundial y ya iba siendo hora de reclamar los ”beneficios inimaginables para la republica de España" que ha reportado la orgía de sangre iraquí.
Las razones esgrimidas por el señor de Mordor para fichar al nuevo, abyecto y mediocre Consejero de Administración de su ultraconservador emporio responden tanto a la realidad como los informativos de su cadena estrella, la Fox:

«Se ha ganado el respeto mundial por sus importantes logros en materia económica y su inflexible postura contra el terrorismo doméstico e internacional. [...] Su impresionante comprensión de la política mundial y de las realidades de la globalización, así como su claro compromiso de la rectitud fiscal, serán de gran utilidad para los accionistas de ''News Corporation''.»

Habrá que esperar para ver los inimaginables beneficios que va a reportar su ascenso a los sufridos habitantes de su ya antiguo país.

Rouco

Rouco Rouco ha cambiado el solideo por un birrete. El flamante doctor honoris causa no desperdició la oportunidad de escupir veneno a los ojos, algo que siempre ha sido mas propio de las cobras pese a que de todos es conocido el escaso amor que la iglesia católica le profesa a la tentadora serpiente. Como es todo un académico, no recurrió a los insultos barriobajeros ni apeló a los instintos más primarios de los feligreses, especialidad del cura de Sangonera la Verde, Cartagena. Con fino verbo, nos alertó del peligro que supone para el estado de derecho el relativismo ético, concepto plagiado al nuevo papa Benito, que además el malvado gobierno pretende inocular a través del sistema educativo. Habló de la crisis de los valores fundamentales, léase familia, matrimonio y libertad religiosa; y no se olvidó de la sacrosanta unidad de España, de la añorada España nacional-católica. Pero de su discurso fundamentalista, me quedo con dos párrafos:

  • El futuro de la democracia libre y solidaria como marco cultural y jurídico para la construcción de una Unión Europea políticamente sólida y para el destino de una España unida humana, espiritual y socialmente, depende en una decisiva medida de saber volver a sus raíces cristianas. Sólo Dios puede todavía salvarnos.

  • Debe haber un proceso de diálogo cultural en el amplio sentido entre “el pensamiento laico –que no el laicismo ideológico– y el pensamiento cristiano, afectados por igual por el fundamentalismo islámico.


Me pregunto si el discurso académico-evangélico se lo escribió el mismo guionista de aquel espeluznante vídeo de la FAES titulado "La revolución de la libertad", más que nada porque también hizo un repaso a los totalitarismos del siglo XX pero se olvidó de la dictadura franquista. Entre los presentes, Aznar, un lúgubre ectoplasma.

¡Qué Dios nos coja confesados!

Migraciones

Migraciones

Migraciones: La odisea de siglo XXI

Enrique Santiago, secretario general de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado

La historia de la humanidad es la historia de las migraciones, pero nunca como en el tiempo actual los migrantes han tenido que sortear tantas trabas en forma de severos controles policiales, muros fortificados, legislaciones crecientemente restrictivas y, sobre todo, discursos hostiles de gobiernos y de parte de la opinión pública de los países del Norte que arrojan sobre ellos el estigma de ser propagadores de delitos, enfermedades y redes terroristas. Asistimos, pues, a las contradicciones de la era de la globalización neoliberal, caracterizada por la expansión, internacionalización y por supuesto migración de las empresas y los capitales, pero en la que millones de personas excluidas ven atropellado su derecho de tener una vida digna lejos de la tierra que les vio nacer, donde les niegan las mínimas condiciones para ello. Según el Banco Mundial, hoy en el mundo hay más de 200 millones de migrantes, el 3% de la población del planeta y, por cierto, en torno al 40% de ellos se ha desplazado a otros países del Sur.
En las últimas semanas asistimos a la llegada de decenas de cayucos a todas las islas del archipiélago canario, fruto de la intensificación de la vigilancia en el Estrecho, Ceuta y Melilla. Las causas de este éxodo no residen en el supuesto “efecto llamada” del último proceso de regularización, que autorizó la residencia de casi 600.000 extranjeros hasta entonces en situación administrativa irregular. Debemos buscarlas, más bien, en el último Informe sobre Desarrollo Humano de Naciones Unidas, que nos revela que en el África subsahariana cien millones de personas más que en 1990 viven en condiciones de extrema pobreza.
En su intervención ante el I Foro Social Mundial de las Migraciones, celebrado en Porto Alegre en enero de 2005, Dom Luiz Demetrio Valentín, presidente del Servicio Pastoral de los Migrantes de Brasil, aseguró que “para analizar de manera adecuada el fenómeno migratorio la referencia ética es indispensable”. Sin embargo, los gobiernos de los países occidentales, convertidos por la televisión global en la tierra prometida para millones de potenciales migrantes, apuestan por las llamadas políticas de “control” de la inmigración, que se caracterizan por el cierre de fronteras y por concebir a los migrantes exclusivamente como un aporte de fuerza de trabajo a sus sistemas productivos.
Junto con las políticas de inmigración que implican un cierre efectivo de las fronteras y pretenden la entrada exclusiva de aquellos trabajadores que requiere el sistema productivo (técnicos altamente especializados, con el “informático indio” como paradigma alternativo al “fontanero polaco”, y trabajadores no cualificados y capaces de soportar largas jornadas y bajos salarios debido a su vulnerabilidad social), destaca la introducción de graves restricciones en las políticas hacia los refugiados, hacia aquellas personas que han sido víctimas de violaciones a los derechos humanos en sus países de origen.
Así, el 10 de marzo de 2003, el Gobierno británico sugirió a la presidencia de turno de la Unión Europea la creación de centros de internamiento para los solicitantes de asilo en países limítrofes con la Unión Europea, con el fin de lograr una “mejor gestión del sistema de asilo”.
Desde entonces, el debate sobre el internamiento de las personas que solicitan asilo en la Unión Europea en centros construidos en algunos de los países donde el gobierno de George W. Bush ya ha “externalizado” sus lugares ilegales de detención y tortura ha ocupado una parte del tiempo de los ministros de Justicia e Interior. El repudio a estas políticas europeas de organizaciones como el Consejo Europeo de los Refugiados y Exiliados o Amnistía Internacional, que calificaron estos centros de internamiento como “campos de concentración”, la intervención de la propia Comisión Europea en junio de 2003 y el rechazo posterior de gobiernos como el español frenaron el ímpetu británico. Hoy las propuestas que maneja Bruselas son más moderadas, aunque también suscitan preocupación, ya que todavía buscan definir fórmulas de externalización que sean presentables ante la opinión pública y que contengan un mínimo compromiso con los derechos humanos.
Como la involución de las políticas migratorias está profundamente entrelazada con las políticas neoliberales, los movimientos sociales altermundistas apostaron ya en enero de 2005 por celebrar el primer Foro Social Mundial de las Migraciones en Porto Alegre, en la víspera del V Foro Social Mundial. La emblemática ciudad brasilera alumbró este foro temático que, entre el 22 y el 24 de junio, tendrá su segunda edición en la ciudad de Rivas Vaciamadrid, un ejemplo de democracia participativa y de políticas públicas centradas en la atención a los derechos sociales de la población y los servicios de calidad.
Los dos principales objetivos del II Foro Social Mundial de las Migraciones serán vincular a los movimientos sociales y a las organizaciones de los cinco continentes que trabajan por los derechos de los migrantes, por la convivencia y por la construcción de sociedades interculturales, e influir en la agenda de las migraciones de los próximos años.
Como concluyó Dom Luiz Demetrio Valentín en Porto Alegre, “las migraciones están revestidas de un profundo significado humano. Tienen consistencia, tienen potencialidades, suscitan rupturas, postulan cambios, inquietan y promueven avances. Son movimientos que hacen caminar la historia”. Se trata, en definitiva, de contemplar el fenómeno de las migraciones en toda su complejidad y más allá de las miradas alarmistas y acusadoras contra los migrantes.

Fuente: El País

Hipoxia cerebral

Hipoxia cerebral Cuando los padres redentores nos permiten abrir las ventanas, es para que salga el aire, no para que entre. Las células del cerebro son sumamente sensibles a la falta de oxígeno y comienzan a morir antes de que hayan transcurrido cinco minutos desde la interrupción del suministro de oxígeno. El resultado es una pérdida de la conciencia. Y así, mientras las funciones cardíacas se mantienen, los cazas de los padres redentores aprovechan para bombardear los inertes cerebros con imágenes de perímetros verdes por los que se desliza un balón, circuitos alonsianos por los que se desplazan máquinas que queman centenares de litros del codiciado petróleo y vomitan dióxido de carbono, campos de batalla atestados de caritativos soldados que no siembran el terror, sino margaritas en las riberas de los escuálidos ríos afganos, vallas que se elevan para protegernos de un harapiento invasor que trata de acogerse a la alianza de civilizaciones. No da tiempo de protegerse en un refugio antiáereo porque una de las secuelas de la hipoxia es la falta de respuesta motora. Los padres redentores, vestidos de rojo o azul, tanto da, ungen nuestras cabezas con su paternalismo anestesiante mientras en su convento-cuartel, flanqueado por dos leones, se ríen a carcajadas y disfrutan de su transmutación en bacterias aerobias.

What a wonderful world

What a wonderful world "Pero si Katrina no puede enseñarnos nada sobre el incremento de las temperaturas y su relación con los huracanes, sí que puede darnos una lección mucho más valiosa sobre el efecto de la riqueza en los desastres naturales. No se tiene noticias aún sobre víctimas mortales pero, en el caso de que desgraciadamente las haya, es seguro que no serán demasiadas. La prosperidad de los ciudadanos estadounidenses ha facilitado que se produzca una evacuación masiva en muy poco tiempo. Las carreteras, los automóviles o los servicios de emergencia serían de mucha peor calidad. Se producirían las catástrofes en términos de vidas humanas que solemos ver en Centroamérica. Y es que la prosperidad salva vidas."

–La web de Fedeguico el Libegal. Editorial del martes 30 de agosto.

"No paro de escuchar que la ayuda está llegando, que está llegando. Y mi respuesta es: ¡y una mierda! ¿Dónde está la comida? [...] La gente muere mientras las autoridades federales dan ruedas de prensa. [...] No sé si es un problema del gobernador o del presidente, pero que alguien solucione esto. Que muevan el culo y hagan algo. [...] Necesito refuerzos, necesito tropas, necesito 500 autobuses; esto es un desastre nacional. [...] Volaron por aquí dos días después que el condenado evento ocurriera, con las cámaras de televisión, periodistas de AP, todo tipo de mierda; perdonen mi vocabulario, pero estoy encabronado."

–Ray, Nagin, alcalde demócrata de Nueva Orleans, 2 de septiembre de 2005.

"Hay 300 soldados recién llegados de Irak, bien entrenados, experimentados, probados en combates y bajo mis órdenes de restaurar el orden en las calles. Tienen M-16 y están preparados y cargados. Saben cómo disparar a matar y están más que deseosos de hacerlo si es necesario y espero que así lo hagan."

–Kathleen Blanco, gobernadora demócrata de Luisiana y miembro de Hijas Católicas de América, 2 de septiembre de 2005.

Banda sonora: What a Wonderful World, Nick Cave y Tom Waits. (Sólo se puede descargar durante una semana, aunque intentaré subirlo a rapidshare.)

Tecnoliberación

Tecnoliberación Los dialectos moleculares de la anarquía

Por Cosmodelia

¿Qué te dice la expresión ‘software libre’, ‘código abierto’, p2p, anarcocriptografía, cyberpunk...? ¿Nada? Ay, chaval, estás acabado. Hay una nueva utopía. Una utopía basada en la técnica manejada por ciudadan@s libres. Y te convendría saber en qué consiste, porque algún día desearás vivir en ella.

Las teorías technolibératours, atribuídas a Muteba Kazadi, poeta, ingeniero de comunicaciones, divulgador científico y Ministro de Desarrollo de Zaire, sostienen que la técnica es un instrumento de liberación y expansión del ser humano, pero también que debe ser arrebatada de las manos de quienes la han convertido en tecnología y la han usado de un modo exclusivo y elitista para oprimirnos y reprimirnos a la mayoría, de un modo u otro; por no hablar de la destrucción de otras especies y del planeta en el que todos vivimos. Una de las reivindicaciones de Muteba Kazadi es que deberíamos luchar de un modo prioritario por el acceso libre al conocimiento científico y técnico. Eso se concreta por ejemplo en liberar de las patentes y sus efectos a las biotecnologías, secuencias genéticas, medicinas y fármacos, y cualquier nueva técnica de utilidad general. No es casual que un africano encabece la lucha por el fin de las patentes, que sin ser consideradas armas de destrucción masiva, causan miles de muertos en su continente; sólo hace falta recordar el precio abusivo de los medicamentos contra el sida que necesitan desesperadamente en África. Kazadi, a través de la UPCL (Unión Panafricana Ciencia Libre), además de exigir la rescisión de las patentes, exige que las comunicaciones pasen a ser de dominio público y reivindica el derecho de acceso universal al conocimiento científico, sin restricciones legales o nacionales.

Muteba Kazadi no se queda ahí, en una reivindicación, que como tantas otras quede en algún papel perdido en alguno de los mejores sueños de los utópicos, esperando a que los poderosos de la Tierra tengan la gracia de otorgarla. A lo largo de los últimos años Kazadi ha ido organizando un grupo panafricano de hombres y mujeres pirata, expertos en biotecnología, que han ido logrando ser contratados por algunas de las mayores compañías estadounidenseses. La infiltración al parecer ha tenido éxito. En las intrarredes anarcofuturistas de Internet corre la noticia de que a comienzos de este año varias empleadas de InGenio escaparon con el conocimiento que ellas mismas habían desarrollado durante horas y horas de trabajo asalariado. Estas biohackers no han reconocido el derecho de propiedad de la compañía sobre esas técnicas, y han actuado en consecuencia.

Audazmente, una vez completado su trabajo, se han puesto fuera del alcance de las autoridades de EEUU, y desde la clandestinidad, hace unos días, han anunciado en algunos websites del ciberespacio que pronto pondrán a disposición de la humanidad sus descubrimientos, tanto en la red como en Anarkía. ¿Anarkía? Afirmativo. Porque el proyecto de tecnoliberación de Muteba Kazadi contiene también un elemento de utopía positiva y realista: a partir de esos conocimientos expropiados se propone llevar a cabo la inmediata construcción de una isla coralina en aguas internacionales (Anarkía/Stateless), costeada gracias al ahorro fruto del impago de patentes por parte de su país. Kazadi se propone hacer un llamamiento a escala planetaria para exiliarse a Anarkía a todos quienes no se sientan libres en sus países, compartan en todo o en parte los principios básicos de la tecnoliberación, y deseen una ciudadanía sin nacionalidad. Kazadi se ha comprometido ya ante las delegaciones africanas en la ONU a ofrecer la isla, en cuanto esté construída, para el establecimiento de una sociedad libertaria con acceso intensivo a las biotecnologías desarrolladas por el grupo de mujeres piratas que trabajaron para InGenio, y hoy lo hacen para el conjunto de la humanidad.

¿Por qué estas noticias no aparecen en los telediarios, en las primeras planas de los periódicos o no son cuestionadas o defendidas en las tertulias politicas oficiales o en las webs contrainformativas o alternativas? ¿Por qué las propuestas de la tecnoliberación no forman parte del programa de los llamados movimientos sociales, ni tan siquiera se introducen en los debates de los foros sociales? ¿Por qué? ¿Por el desconocimiento del nuevo pensamiento político africano? ¿Por una oscura conspiración de silencio? ¿Por un desinterés de las propuestas proactivas de lo que podemos considerar el anarquismo del siglo XXI, sólo paliado por pensadores libertarios Andrej Grubacic o posmarxistas como Slavoj Zizek? ¿No estamos informados por elitismo cultural, por muros ranciamente intelectuales o por desconocimiento intergeneracional?

Negativo, aunque algo de todo eso hay. En primer lugar las propuestas de la tecnoliberación no se pueden discutir, porque no se conocen. Y no se conocen porque no aparecen expuestas por los cauces tradicionales propios de las generaciones políticas tradicionales, o en el libro del último autor de moda de la alterglobalización, o en el ingenuo y cínico programa socialdemócrata apologeta del sueño europeo, ni tan siquiera son difundidas en las webs anarquistas o libertarias del ciberespacio liberado.
Las teorías technolibératours atribuídas a Muteba Kazadi son desconocidas por los activistas de viejo cuño porque hoy por hoy pueden leerse únicamente en una novela de ciencia-ficción titulada El Instante Aleph (Distress en la edición original), escrita por el autor australiano Greg Egan. ¿Pierden legimitidad por eso? No para quien no está aquejado de un insostenible elitismo cultural. ¿No han de ser tomadas en consideración? ¿Las rechazaremos con desprecio con un peyorativo: “es sólo ciencia-ficción”? Negativo. Las excluirá del debate politico sólo quien ignore que en los últimos años las propuestas políticas y culturales más interesantes, excitantes y originales aparecen en la ciencia-ficción contemporánea. Porque el caso de Egan no es un ejemplo aislado, sino que abundan autores semejantes: Bruce Sterling y su proyecto tecnoecologista Viridian, además de novelas suyas como Distracción, La caza de hackers o El fuego sagrado; Neal Stephenson con Snow Crash, La era del diamante o su obra magna: Cryptonomicón; Greg Bear con Alt 47 o La radio de Darwin; David Brin, Gente de barro; o el más conocido, William Gibson, que desde la publicación de Neuromante en 1984, novela cyberpunk donde apareció por primera vez el término ciberespacio, ha influído en la cultura contemporánea de un modo que ha sido reconocido hasta por la academia, la universidad y el resto de la élite cultural. Gibson, al igual que otros autores cyberpunk y poscyberpunk ha evolucionado introduciendo realismo y verosimilitud a las propuestas de sus ficciones, situando los hechos cada vez en un futuro más cercano, llegando a situar su última novela, Mundo espejo (Pattern Recognition) en un presente alternativo, desvelador de algunas desconocidas corrupciones de las corporaciones y revelador de las complejidades del mundo en el que vivimos.

No se trata ahora de ser exhaustivos: tampoco la ciencia-ficción es el único territorio donde hoy se elaboran y difunden nuevas formas de hacer política. Son sólo algunos ejemplos del pensamiento político contemporáneo expresado no en ensayos, manifiestos o panfletos, sino en creaciones propias de la cultura popular y de las generaciones más familiares con la técnica y la cibercultura disidente.

¿Utopías? ¿Fantasías? ¿Sólo ciencia-ficción? La teoría de la tecnoliberación que Egan pone en boca de uno de sus personajes y es desarrollada hasta el menor detalle a lo largo de El Instante Aleph (Gigamesh, 2000) no sólo es muy atractiva, sino que no es fácil encontrar razones de por qué no pudiera inspirar una política libertaria pasando del territorio de la ficción al de la realidad. En la novela la isla Anarkía ya existe, y la descripción de su organización en agrupaciones libres y sus reflexiones sobre aspectos sociales, científicos, políticos, culturales y sexuales pueden servirnos de inspiración, a pesar de ser descritos por Egan a través de un personaje de ficción: Andrew Worth, un periodista que visita Anarkía y nos la describe minuciosamente, tratando a sus habitantes, como lo haría un viajero independiente: pronto descubrimos que El Instante Aleph resulta ser una inversión positiva de la distopía de Aldous Huxley en La Isla. Resulta fructífero leer la novela como una propuesta política seria y no como despreciable ciencia-ficción. Es paradójico que hoy en día una novela de ciencia-ficción parezca más realista, atenta a las tendencias actuales y futuras y adaptada al mundo contemporáneo en el que vivimos que las propuestas políticas pretendidamente serias y formales, que parecen referirse a un mundo desaparecido, inexistente, y que guste o no guste, no volverá.

En el día a día todos, tecnófilos, tecnoprogresivos, anarcofuturistas y tecnófobos, con buena o mala conciencia, celebrándolas o abominándolas, vivimos impregnados de las tecnologías emergentes. Vivimos con la sensación de que nos liberan o de que nos oprimen, muchos amándolas y odiándolas simultáneamente, en espacios compartidos de fronteras cuasinvisibles, en esferas que se expanden o contraen entremezcladas en un habitar común de esos espacios naturales y artificiales, por usar las fértiles metáforas de Peter Sloterdijk.

La flecha del tiempo se dirige hacia el futuro, no hacia el pasado. ¿Por qué no vivir y actuar desde el presente? Las nuevas tecnologías han llegado para quedarse. A partir de reconocer ese hecho es posible, como dijo un historiador anarquista de la guerra civil española: realizar un esfuerzo por pensar no sólo las ideas sino los mismos hechos del futuro?
El anarquismo moderno y premoderno vive una limitado y castrado por una profunda contradicción: el deseo de transformación y al mismo tiempo, el deseo de permanecer igual. El anarquismo que ya no tiene ese nombre y que ha atravesado el posmodernismo, no se ha quedado en él sino que vive de contagios, transmisiones, articulaciones, de conexiones horizontales, de ofrecer información y recomendar actos, considerando el conocimiento objetivo como una herramienta para usarse. Es así como los individuos pueden tomar sus propias decisiones informadas.

Hacer rizomas fuera de nuestro guetto particular, de nuestro nicho ecopolítico no sólo es posible sino imprescindible. Las conexiones horizontales son posibles. No es sólo ciencia-ficción, sino que es enteramente factible reducir el grado de conocimiento mutuo y de confluencia entre mundos dispersos y las generaciones políticas coexistentes. Hoy por hoy el intercambio entre generaciones con diferentes backgrounds es bastante limitado, y en nuestros medios de intercambio político ni siquiera se manifiesta el deseo de seguir lo que la otra hace. Sin embargo, sin que apenas nadie parezca advertirlo, unos y otros estamos transformándonos por las nuevas realidades y las nuevas maneras de vivir. Incluso, como afirma Donna Haraway, es posible que estrictamente hablando, muchos de nosotros seamos ya cyborgs, organismos híbridos de carne y técnica (no es necesario tener permanentemente incorporados en nuestros cuerpos algún implante artificial para ser un cyborg), así que ¿por qué no asumir nuestra condición más allá del posmodernismo, más allá del cinismo y el pesimismo que ya no son actos privados sino públicos, convertidos en una paralizante política de la melancolía y la nostalgia? ¿Por qué no establecer nuevas alianzas, ampliar esferas o hacer rizomas? ¿Por qué no enriquecer el pensamiento y acción libertaria con las teorías, prácticas y luchas de movimientos tecnoprogresivos como los del software libre y código abierto, redes de intercambio p2p, filosofía y activismo cyborg, afrofuturismo, comunicación estratégica, hackactivismo, colectivos de interferencia, poshumanismo radical, economía participativa o la cibercultura más radical, creativa y crítica? Si nos alejamos del elitismo cultural, ¿por qué no explorar y participar en expresiones dinámicas de la cultura popular como, por dar sólo unos ejemplos, las músicas electrónicas y las goa, los videojuegos, la cultura rap, neopunk o hacker, la blogosfera, el video digital, el net-art, o la ciencia-ficción?

Decía al principio que las propuestas de la tecnoliberación serían fácilmente rechazadas de antemano por muchos que se reclaman herederos del pensamiento izquierdista o libertario, y no sólo por el lugar donde han sido expuestas, sino por prejuicios irracionales contra todo lo que huela a ciencia. ¿Por qué? Reflexionemos sobre estas palabras del esloveno Andrej Grubacic: Lo que el anarquismo actual necesita es superar los extremos de antiintelectualismo e intelectualismo. Al igual que Noam Chomsky, yo tampoco simpatizo ni tengo paciencia para tales ideas. Creo que el antagonismo entre ciencia y anarquismo no debería existir. "En la tradición anarquista ha habido un cierto sentimiento de que hay algo opresivo o rígido en la propia ciencia. No conozco argumento alguno que defienda la irracionalidad; los métodos de la ciencia son, simplemente, razonables y no veo por qué el anarquismo no deba ser razonable".

Ni hay vuelta atrás, ni tenemos los pies atrapados en bloques de cemento. Hay un mundo más allá de la Ilustración y de la posmodernidad. La revolución no pueder ser el sueño de escapar de la historia o del mundo, sino una inmersión emancipatoria en una pluralidad compleja y horizontal de singularidades conectadas, porque la revolución entendida como sueño utópico destinada a una totalidad volvería y volvería a fallar o a ser pesadilla totalitaria. No hay posibilidad ya de ninguna macroesfera abarcadora de todas las esferas. Una tecnorrevolución sólo traería viejas esperanzas y nuevas fantasías, otras frustraciones y antiguos desengaños.
Pero ahora, la tecnoliberación: eso es otra historia; esto no es ni utopía ni ciencia-ficción, sino una realidad que ya existe y empieza a extenderse, impregnando nuestra cultura. No es un sueño sino algo real en estado embrionario y latente. Y como los latidos del corazón, si ponemos atención es posible escucharla a través de las finas paredes transparentes de nuestras comunidades todavía microesféricas. Hace unos años que tenemos al alcance de la mano instrumentos que sólo depende de nosotr@s que puedan ser no represivos y deshumanizadores, sino emancipatorios en el sentido clásico. No sólo con ellos, pero también con ellos, podremos libertarnos de la patria potestad en todas sus manifestaciones, de la tutela de los poderes, de la servidumbre, de cualquier clase de subordinación, esclavitud o dependencia. ¿Tiene razón Grubacic cuando dice: El anarquismo puede ser eficaz sólo si contiene y abarca tres componentes: organización de trabajadores, de activistas y de investigadores? El anarquismo necesita ser reflexivo. ¿Pero cómo? Hasta cierto punto la respuesta parece obvia. No se debería dar lecciones, ni sentar cátedra, ni siquiera pensar en uno mismo en términos de profesor, sino que se debe escuchar, explorar y descubrir. Extraer y hacer explícita la lógica tácita subyacente a las nuevas formas de práctica radical. Ponerse al servicio de los activistas proveyendo información, y exponiendo los intereses de la elite dominante escondidos cuidadosamente tras los discursos autoritarios, supuestamente objetivos, más que tratar de imponer una nueva versión de lo mismo. Una manera en la que esto está empezando a ocurrir es a medida que los anarquistas empiezan a recuperar la experiencia de otros movimientos sociales con un cuerpo más desarrollado de teoría, ideas que vienen de círculos cercanos a, y de hecho inspirados por, el anarquismo?

¿Es la técnica enemiga, neutral o aliada? ¿Es posible llevar a la práctica las sugerencias de la tecnoliberación? El futuro no está escrito. La respuesta de nosotr@s depende. ¿Cuáles serían las implicaciones estratégicas de la tecnoliberación? Se hace camino al andar no es sólo un verso, sino un universo por explorar. No sólo el arte puede ser un misterio: se le desvela el secreto al activista aprendiendo a amar la técnica como algo que desde el origen del ser humano nos ha permitido vivir y no desaparecer como especie. Amarla es conocerla, comprender su potencial y por tanto, no dejarla en manos de quienes la utilizan contra nosotr@s, contra la libertad, la justicia y contra la vida.

La propuesta es fácil de exponer, y fácil oponerse a ella. Sin embargo es también posible, antes de sentir horror, conceder unos minutos a tratar de comprenderla, y a valorar su potencial libertario y revolucionario.
El proyecto de la tecnoliberación parte de responder creativamente a preguntas que hoy por hoy nos conviene empezar a hacernos sin miedo ni alergias tecnófobas irracionales: ¿por qué no emplear la técnica para nuestras luchas por la liberación política, cultural y social? ¿por qué no cuestionar la aversión a la ciencia y la tecnología a la hora de hacer filosofía política libertaria, a la hora de pasar al acto y empezar a crear en los instersticios de una sociedad compleja no totalitaria comunidades basadas en los principios de autogestión, asociación voluntaria, cocreación, cooperación y ayuda mutua? ¿por qué rechazar la ciencia y la técnica en sí, sólo porque rechazamos todas las formas de relaciones sociales basadas en la violencia sistemática, como el Estado o el capitalismo global? ¿por qué ser sólo, o pretender serlo, un paradigma ético y no presentar hoy inspiraciones al movimiento de movimientos partiendo no del rechazo de la técnica, sino de su uso para exponer, deslegitimar y desmantelar los mecanismos de dominio? ¿por qué no revertir su uso mayoritario actual y utilizar el potencial de la tecnología para crear y expandir espacios más amplios de autonomía? ¿por qué no sólo ser cómplices sino colaborar activamente con movimientos sociales y políticos populares que no comparten la fobia a las nuevas culturas ni a las nuevas tecnologías, movimientos que, se llamen como se llamen, en el fondo son inspirados por principios libertarios?

El autor del artículo añade al final una serie de links sobre el tema que no reproduzco aquí pero se pueden consultar en su web: http://tecnoliberacion.blogspot.com
Le debo el desubrimiento del artículo y la imagen a un excelente blog: http://rizomas.blogspot.com/

Sospechosos habituales

Sospechosos habituales Un agricultor almeriense acude a comisaría a denunciar un accidente de tráfico y sale envuelto en una funda metalizada, directo a la morgue. No se escatiman medios: atado de pies y manos, completamente inmovilizado, recibe una brutal paliza en la que se emplea una porra eléctrica y otra extensible que supuestamente están prohibidas en este nuestro país. El teniente de la Guardia Civil inculpado, del que la prensa sólo recoge sus iniciales (supongo que para evitar problemas cuando sea trasladado a otra comisaría para seguir velando impunemente por nuestra seguridad), ya había recibido dos denuncias por agresiones (tortura), pero en este nuestro país ya se sabe que hasta que la sangre no llega al río, las autoridades son sordas. Me pregunto cuántos emigrantes habrán pasado por todos esos calabozos franquistas amparados por la ley de punto final de la Transición y no han denunciado las torturas por razones obvias.

La AVT presenta un recurso en la Audiencia Nacional en el que pide "que se manifieste que los países de religión musulmana son enemigos del orden cristiano, la inmediata clausura de la mezquita de la M-30 de Madrid previa entrada y registro a cualquier hora del día y de la noche y la entrada y registro de todos aquellos locales que se denominen mezquitas o centros culturales islámicos, el listado de todos aquellos individuos de raza árabe que legalmente hayan entrado en nuestro país, así como todos aquellos que hayan sido controlados como inmigrantes ilegales al acceder a nuestras costas desde un país enemigo como es Marruecos y la obligatoriedad de que cualquier ciudadano marroquí sea controlado en su entrada y salida por la Audiencia Nacional". Todo ello al tiempo que sigue culpando veladamente a ETA del atentado del 11-M. Por cierto, en el recurso se han olvidado de pedir la medalla de Isabel la Católica para el rey Fahd.

¡Feliz verano, sospechosos!

Normales terroristas

Normales terroristas Santiago Alba Rico (publicado en el periódico Gara)

Simplifiquemos las altísimas aspiraciones de la Civilización: queremos más agua, más luz, más petróleo, más carne, más coches, más móviles, más televisores y queremos, además, tener razón, ser más buenos, más justos, dar lecciones, concentrar una moral superior. Para tener más agua, más luz, más carne, más petróleo, tenemos que bombardear ciudades, ocupar países, sostener dictadores, serrar cotidianamente, minuciosamente, los grandes mandamientos que nos hemos dado; para tener razón, para ser más buenos, más justos, para dar lecciones y seguir concentrando una moral superior tenemos que engañarnos. Estamos a punto de alcanzar la perfección en todos los terrenos; nuestro poder es ya tan fabuloso que podemos destruir el mundo y podemos al mismo tiempo perdonarnos.
Reivindicamos nuestro derecho a entristecernos, a enrabietarnos, a honrar a nuestras víctimas, a merecer compasión, a la atención de un psiquiatra, a no tener nunca, pase lo que pase, ninguna responsabilidad. Pero nuestro derecho a la inocencia, en un mundo en el que somos más fuertes, más ricos, más influyentes, exige desplazar a los otros permanentemente fuera de la humanidad común: si la tristeza de un israelí es natural, la de un palestino es una trampa; si la rabia de un londinense es justa, la de un iraquí es ideológica; si el dolor de un madrileño nos afecta, el de un afgano nos deja indiferentes; si el divorcio de un neoyorquino merece los lametones de un psicólogo, a un boliviano o a un haitiano la miseria no les puede dejar ninguna huella; si nosotros no hemos hecho nunca nada, si no podemos reprocharnos nada, si no somos responsables de nada, es que casi todos los demás, por activa o por pasiva, son unos malvados.
11-S, 11-M, 7-J, bombas en NY, en Madrid, en Londres (o esas otras, también anti-occidentales, en Bali y Sharm-e-Sheikh): a medida que «la guerra mundial contra el terrorismo» revela todo su fracaso, salvo para generar más terrorismo; a medida que los occidentales recibimos en casa un porcentaje mínimo del miedo y el dolor que generamos en otras partes a gran escala; a medida que el peligro se agrava para todos, más insistimos en la evidencia de nuestra pureza civilizada. Con una recurrencia casi pasmosa, desde hace unas semanas todos los análisis relacionados con los atentados de Londres giran en torno a cuestiones cuya aparente impersonalidad académica ya nos protege de otras preguntas: «¿Qué piensa un terrorista?», «¿Cómo se produce un fanático?», donde nuestra inocencia planetaria y nuestra superioridad moral se manifiestan y se confirman en la posibilidad misma de esta científica curiosidad intelectual («¿Qué piensa un caballo?» o «¿Cómo se produce un tsunami?»). El asunto es que ni nosotros ni nuestros gobernantes somos responsables de nada. Para absolvernos tenemos que psicologizar los motivos de los terroristas, descolgarlos fuera de la historia en los abismos de la ideología o de la metafísica. Lo que pretendió Aznar en el 2004 ante el escándalo de la mayoría, después del 7-J lo repiten los más sesudos intelectuales (Enrique Krauze u Olivier Roy, por ejemplo) y lo aceptamos casi todos sin resistencia: no hay ninguna relación, se repica, entre la ofensiva islamista y la invasión de Irak, como lo demuestra el hecho de que EEUU sólo invadió este país después del 11-S. Dejemos a un lado la ilusión eficazmente inducida de un punto auroral, un «cero» de la Historia antes del cual no habría ocurrido nada y que instituiría el derecho original a cualquier forma de respuesta; de lo que no se dan cuenta los que insisten en la desconexión entre el terrorismo islamista y la invasión de Irak es de que, al romper esa relación, están despojando a EEUU de todo pretexto honorable y «civilizado» y justificando paradójicamente la rabia de los que, terroristas o no, consideramos completamente inadmisible el imperialismo estadounidense. Si no hay ninguna relación entre el terrorismo y la invasión de Irak, ¿por qué entonces EEUU invadió Irak? Si no queremos hacer historia, si preferimos evitar por si acaso los análisis económicos y sociales, resignémonos a aceptar, por lo menos, que tenemos dos problemas y no sólo uno: el de un terrorismo injustificado que vuela vagones de metro en Londres por pura «perversión ideológica» y el de un imperialismo injustificado que invade países y bombardea ciudades y encarcela y tortura por «pura perversión económica». En víctimas humanas, en daño moral, en consecuencias legales, la diferencia entre ambos es tan grande que, incluso si llegamos a la conclusión de que no guardan ninguna relación entre sí, una mente ordenada y sensata (también occidental) no debería tener dudas acerca de cuál merece toda nuestra prioridad.
Pero como se trata de tener más petróleo y de ser más buenos, absolvemos el imperialismo que tanto nos beneficia y psicologizamos el terrorismo que podría obligarnos a reflexionar. Por eso, contra las bombas de NY, de Madrid y de Londres, no podemos concebir sino soluciones que aseguren, al mismo tiempo, nuestros privilegios y nuestra superioridad moral. Una, material, es la de pedir más policías, más leyes de excepción, más vigilancia capilar, aún a riesgo de gangrenar para siempre el concepto mismo de democracia. La otra, mágica, la de esa Alianza de Civilizaciones que pretende poner de acuerdo a los hombres sin tocar más que con palabras la «brecha» terrible que separa a las sociedades: «un esfuerzo de la comunidad internacional para eliminar y superar prejuicios, malos entendidos, percepciones erróneas y divisiones que podrían ser una amenaza potencial para la paz mundial». El problema -se sobrentiende- es que los niños bombardeados de Faluya «perciben» mal nuestras intenciones, «malentienden» nuestros propósitos: hay que convencerlos, pues, de que somos buenos. Para ello hablaremos con sus sheikhs, sus imames y sus dictadores y les pediremos que hagan un esfuerzo adicional de propaganda y represión. No queremos aceptar que, si hay realmente un problema de «conocimiento», es el de que en Irak, en Palestina, en Latinoamérica se nos conoce muy bien: «de nosotros los civilizados», decía Anatole France hace ya cien años, «los bárbaros sólo conocen nuestros crímenes». El tristísimo entusiasmo de Kofi Anan frente a la propuesta de Zapatero sólo demuestra la terrible claudicación de la ONU y la aceptación de que los conflictos se decidan al margen del Derecho internacional. A nadie se le ha ocurrido ni siquiera la solución muy moderada, antes de recurrir a la magia, de que las Naciones Unidas exijan la aplicación de todos sus principios y resoluciones.
La pregunta arrogante y auto-exculpatoria «¿qué piensan los caballos?» ha ido acompañada en estos días del estupor occidental de descubrir que los caballos que volaron el metro de Londres eran, después de todo, caballos normales: jóvenes integrados, buenos vecinos, sencillos trabajadores de los que nadie hubiera podido sospechar nada. ¿Cómo unas personas normales pueden sentir tanta indiferencia ante el dolor de sus semejantes? Diré que el estupor me deja estupefacto. La respuesta es tan obvia como inquietante: esos jóvenes se parecen ya bastante a nosotros. Hemos conseguido que casi todos los caballos del mundo piensen y se comporten como nuestros caballos occidentales. La normalidad de los terroristas de Londres, ¿no es nuestra propia normalidad? Personas normales, buenos vecinos y virtuosos padres de familia eran los alemanes que veían pasar los vagones camino de Auschwitz; personas normales, buenos vecinos y virtuosos padres de familia, eran los nazis que gestionaban el transporte de judíos a los lager; personas normales, buenos vecinos y virtuosos padres de familia, eran los estadounidenses que lanzaron la bomba sobre Hiroshima; personas normales, buenos vecinos y virtuosos padres de familia, eran los chilenos y argentinos que arrojaban desde aviones a sus compatriotas maniatados y los que lo sabían o intuían y no dejaban de hacer la compra; personas normales, buenos vecinos y virtuosos padres de familia son los marines que se divierten aporreando iraquíes y fotografiando su dolor; personas normales, buenos vecinos y virtuosos padres de familia son los que, como Aznar, dijeron: «había vida antes de la crisis de Irak y habrá vida después de la crisis de Irak» y luego fueron a inspeccionar la reconstrucción de los hospitales de Bagdad que ellos mismos habían destruido; personas normales, buenos vecinos y virtuosos padres de familia son todos los que aceptan con naturalidad que su comodidad vale más que los dos brazos de Ali Ismail y la vida de los siete miembros de su familia. Somos todos un poco, bastante normales, como los jóvenes terroristas de Londres.
Pocos días después del tsunami de diciembre, algunos turistas ingleses se bañaban en una playa de Indonesia y bebían sus cócteles refrescantes protegidos por una alambrada detrás de la cual cientos de huérfanos alargaban implorantes las manos en medio de una escombrera de cadáveres. Las agencias inglesas, para no perder demasiado dinero, habían abaratado los viajes a la pobre tierra martirizada y los turistas habían aprovechado las ofertas. Según sus propias declaraciones, estaban «ayudando a reconstruir el país». Lo «reconstruían» entre risas, bajo el sol, gozando plácidamente de unas merecidas vacaciones, sin que el dolor colindante alterase sus digestiones.
Que algún filósofo de “El País” me explique cuál es la diferencia moral entre la normalidad de los turistas y la normalidad de los terroristas. Hay, me temo, demasiadas personas normales en este mundo.

La locura del capitán

La locura del capitán El curtido capitán Robert Fitzroy se preparaba para una larga singladura que iba a durar cinco largos años a bordo de un buque científico. No temía los peligros del mar ni a las criaturas que lo pueblan. Su temor era más profundo, más irracional y ancestral. El capitán Fitzroy temía más que nada en el mundo verse poseído por la locura. Las convenciones sociales de la época impedían a los capitanes intimar con la tripulación y el miedo a perder la cordura tras cinco años de aislamiento le atormentaba hasta tal punto que decidió administrarse un antídoto contra una enfermedad que estaba seguro de contraer. Solicitó llevar a bordo un compañero de viaje con el que conversar en las largas sobremesas. Ese acompañante resultó ser, por pura casualidad, un joven díscolo y amante de los espacios abiertos abocado por la presión familiar a estudiar en contra de su voluntad medicina y prepararse para el sacerdocio: Charles Darwin. Lo que el miedo a la locura del capitán Fitzroy depararía a la biología en particular y a la ciencia en general, pese a que las relaciones entre Darwin y el capitán fueron muy poco amistosas, es una historia harto conocida.
Por desgracia, para sobrellevar el miedo ante la locura generalizada que se avecina en estos días de atentados y asesinatos a bocajarro, de sangre y represión en plena retroalimentación, no bastará con elegir a los compañeros de viaje adecuados, ni tampoco cabe esperar que de ese miedo se vaya a beneficiar la ciencia salvo aquella que se ocupa de la invención de artilugios cada vez más mortíferos y sofisticados.
No resulta difícil envidiar aquellos cinco años de aislamiento en las tripas del Beagle a la vuelta de unas vacaciones ajena a los avatares de este desgarrado mundo, que sin duda no es el mío.

Banda sonora: Don't blame me, The Exploited.

Pseudovacaciones

Pseudovacaciones Comienzan mis pseudovacaciones, pseudo porque simplemente me llevaré el trabajo (las interioridades del genoma) a un lugar más verde y fresco, un lugar en el que, cuando aparte la vista del portátil, podré ver el mar a sólo unos metros de la terraza (cosas de la especulativa no aplicación de la Ley de Costas). No desconectaré del todo, pero dedicaré todo el tiempo que pueda a observar y absorber la realidad no cibernética, ésa de la que es espejo la red o viceversa, ¿quién sabe?, y a prepararme mental y materialmente para un exilio voluntario y tal vez definitivo en un palmeral africano abrasado por la brisa del desierto. Espero sobrevivir a todo ello.

Aparentemente, la foto no tiene nada que ver con el hilo. Es un extraño concubinato entre la fotografía de moda de Clayton Cubitt y los algoritmos de Tom Carden que le he fusilado a Elastico, una imagen tan ecléctica como mi inminente poliandria con el genoma, el mar y los exilios. Intensas vacaciones a todos.

Los bardos del poder

Los bardos del poder

Las estrellas de la música se unen para presionar al G-8. Eso dicen hoy los titulares. Nos bombardean con imágenes de los variopintos conciertos en diferentes lugares del planeta mientras la organización pide que no se mencione la guerra de Iraq ni el nombre de ninguno de los políticos del G-8, que se trata de una "gran fiesta civilizada", de luchar contra la pobreza a través de la música [Aparece un primer plano de Claudia Shiffer]. ¿Fiesta? ¿Civilizada? Me pregunto qué es lo que celebran y qué entienden ellos por civilizada (¿complaciente, sumisa, políticamente correcta?). Los expertos tertulianos, ya convertidos en epidemia, se muestran entusiasmados y traducen a su manera: el cantante de Greenday canta "American idiot" y al acabar grita "We’re here to fuck the politicians all over the world" y ellos se apresuran a versionear "Estamos aqui para luchar contra las injusticias". Siento náuseas. Los líderes del G-8, del FMI, la OMC, el Banco Mundial y demás organizaciones criminales deben estar partiéndose de risa y preparando la próxima cena bien regada con Geldof y Bono (no el nuestro, pero todo se andará). Kofi Annan, director de una gran transnacional, sube al escenario en Hyde Park. ¡Oh, sorpresa, el líder de la inoperante ONU se suma a la orgía para dar la gracias! Las gracias ¿por qué? Por supuesto, el Anticristo del Vaticano también se ha sumado y ha pedido que se repartan los bienes de la Tierra. Conmovedor. Apago la televisión, me enchufo a toda leche a Fugazi y devoro un excelente artículo de un columnista de The Guardian, George Monbiot, que explica con enorme lucidez en qué consiste todo este circo. Imprescindible leer Los bardos de los poderosos. La verdadera protesta será esta semana en las calles de Edimburgo, sin censuras ni complacencias, salvo a las que obliguen los gases lacrimógenos y las pelotas de goma.

En favor de las familias

En favor de las familias Pareceremos muchos menos, porque se ocuparán de vetar los planos generales y nos restregarán primeros planos de todo aquello que desvirtúe las reivindicaciones transformándolo en un desfile de tangas, pelucones y plataformas sobre la sudorosa piel de una marabunta de frívolos promiscuos. Pareceremos muchos menos, porque todas esas cadenas asiduas a las manifestaciones nacionalcatólicas practicarán el apagón informativo y se masturbarán con sesudos debates sobre la amenazada unidad de España después de que Galicia, último reducto nacional de esta península post-franquista sólo a ratos, haya caído en manos de rojos con cuernos, tridentes y también banderas arco iris. Pareceremos muchos menos, porque no habrá obispos y monjas, ni familias supernumerosas, supernumerarias y superlegionarias, ni jóvenes con camisa azul y estandarte falangista. Pero seremos muchos más quienes seguiremos defendiendo los derechos civiles.
Después de la manifestación, cada uno hará lo que le venga en gana sin tener que esconderse, sin tener que avergonzarse, sin tener que defenderse, cada uno follará cómo, cuándo, con quién y dónde quiera (y pueda) y cada uno intentará vivir su vida sin imponer y obligar a otros a hacerlo a su manera. Todo sea por las familias, las nuestras.

Y para aquellos que no querían caldo, aquí va otra taza: a mi manera.