La locura del capitán
El curtido capitán Robert Fitzroy se preparaba para una larga singladura que iba a durar cinco largos años a bordo de un buque científico. No temía los peligros del mar ni a las criaturas que lo pueblan. Su temor era más profundo, más irracional y ancestral. El capitán Fitzroy temía más que nada en el mundo verse poseído por la locura. Las convenciones sociales de la época impedían a los capitanes intimar con la tripulación y el miedo a perder la cordura tras cinco años de aislamiento le atormentaba hasta tal punto que decidió administrarse un antídoto contra una enfermedad que estaba seguro de contraer. Solicitó llevar a bordo un compañero de viaje con el que conversar en las largas sobremesas. Ese acompañante resultó ser, por pura casualidad, un joven díscolo y amante de los espacios abiertos abocado por la presión familiar a estudiar en contra de su voluntad medicina y prepararse para el sacerdocio: Charles Darwin. Lo que el miedo a la locura del capitán Fitzroy depararía a la biología en particular y a la ciencia en general, pese a que las relaciones entre Darwin y el capitán fueron muy poco amistosas, es una historia harto conocida.
Por desgracia, para sobrellevar el miedo ante la locura generalizada que se avecina en estos días de atentados y asesinatos a bocajarro, de sangre y represión en plena retroalimentación, no bastará con elegir a los compañeros de viaje adecuados, ni tampoco cabe esperar que de ese miedo se vaya a beneficiar la ciencia salvo aquella que se ocupa de la invención de artilugios cada vez más mortíferos y sofisticados.
No resulta difícil envidiar aquellos cinco años de aislamiento en las tripas del Beagle a la vuelta de unas vacaciones ajena a los avatares de este desgarrado mundo, que sin duda no es el mío.
Banda sonora: Don't blame me, The Exploited.
Por desgracia, para sobrellevar el miedo ante la locura generalizada que se avecina en estos días de atentados y asesinatos a bocajarro, de sangre y represión en plena retroalimentación, no bastará con elegir a los compañeros de viaje adecuados, ni tampoco cabe esperar que de ese miedo se vaya a beneficiar la ciencia salvo aquella que se ocupa de la invención de artilugios cada vez más mortíferos y sofisticados.
No resulta difícil envidiar aquellos cinco años de aislamiento en las tripas del Beagle a la vuelta de unas vacaciones ajena a los avatares de este desgarrado mundo, que sin duda no es el mío.
Banda sonora: Don't blame me, The Exploited.
5 comentarios
black -
et in Arcadia, ego -
Las realidades impuestas suelen alejarse de la Realidad a una velocidad vertiginosa.
Besos.
algarabía -
De todas formas, no estaría mal una larga estancia en un Beagle, en contacto con sargazos, tortugas gigantes, iguanas y pinzones, mucho más gratificantes que todos esos subhumanos empeñados en recrear el infierno cada día...
Un beso a las dos.
black -
Vivir en una burbuja te quita muchos problemas de encima pero no aporta nada a la larga... Aunque, claro está, de vez en cuando se agradece...
et in Arcadia, ego -
Arriesguémonos.
Sé re-bienvenida, Algarabía.