El alféizar de mi ventana
Cámara en ristre, enfilo el cuello por la ventana para fotografiar el alféizar de mis vecinos, justo al alcance de mi mano a la izquierda. Hace algunos días, un vertido de Prozac y Transilium lo había convertido en una improvisada farmacia en la que también se exhibían trapos de cocina, pañales y toda la gama posible de merchandising relacionado con Spiderman. Llegué tarde a fotografiar este signo de lo tiempos en una ciudad que marcha a dos velocidades, la de los coches de lujo descapotables y la de los precarios rodeados de basura y cucarachas. Llegué tarde porque el encargado de deshacerse de todo aquello que cae en sus manos, un niño de tres años que va camino de convertirse en una especie de muñeco diabólico gracias a la esforzada labor de su siniestra familia, había arrojado una nueva remesa de desperdicios mientras se gritaba a sí mismo: "Maricón, hijo de puta, no tires cosas". La basura permanecerá ahí hasta pudrirse y convertirse en humus urbano, y yo iré añadiendo fotos de su evolución.
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