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Algarabía

Yemen

Nunca había escrito una entrada sobre Yemen. En parte porque éste no es un blog personal y mi experiencia de Yemen se imbrica en el terreno de lo íntimo, de lo vivido y aprehendido. En parte porque podría dedicar al tema un blog monográfico y sólo conseguiría transmitir un atisbo de ese fascinante y surrealista poliedro que es el país, tan multifacético como sus ecosistemas. Desde las elevadas y verdes montañas al norte de Sanaa, con sus cafetales y plantaciones de qat en terrazas, hasta el inhóspito desierto del Rub al-Jali y los rascacielos de adobe donde Pasolini rodó su Medea con Maria Callas. Desde los volcanes del sur y la ciudad de Adén encallada en un cráter, hasta la asfixiante sabana de la Tihama, con sus chozas de paja, sus ajetreados puertos desde los que se vislumbra en los días despejados Eritrea y cuna de la languideciente ciudad de Zabid, en la que en tiempos mejores se inventó el álgebra. La radical sucesión de paisajes es tan abrupta como su historia: Yemen es un país marcado por la violencia interna. Y sin embargo es un país en el que el permanente goce estético llega a desdibujarse ante la intensidad de las asombrosas experiencias que te brinda el contacto con las personas.

Y aún hay otro Yemen, el sombrío, el gobernado por un sátrapa al mando desde la unificación, amparado por unas elecciones que tienen poco de libres y que ya prepara la sucesión en la persona de su hijo, un país desgobernado en el que campan la corrupción y la pobreza extrema, en el que se persigue y elimina a la disidencia, en el que no existen las garantías procesales mínimas, se aplica la tortura y la pena de muerte (incluso crucifixión) y las leyes tribales y los arcaicos códigos de honor tienen una amplia cabida soterrada en la Constitución, un país segregado por sexos y casi analfabeto con una elite política enriquecida y recién convertida en "aliada". Ni una palabra de ello estos días en la prensa mientras se elogia al presidente Ali Abdula Saleh y se confía en él, su corte palaciega y sus fuerzas de seguridad para hallar y juzgar (o abatir) a los culpables del terrible atentado de Marib y combatir el terrorismo. Pero este Yemen será el tema de otro(s) post(s) futuros.

Ahora, todo lo que querría decir lo expresa de forma insuperable una ilustración de J. Manuel Álvarez que publica en su blog Cien Cadáveres: "¿Te imaginas la guerra?". Es el Guggenheim de mi Bilbao, pero bien podría ser el templo de la reina de Saba de mi Marib:

 

 

8 comentarios

algarabía -

Si puedes, hazlo, Juanlu. No te arrepentirás. Tenemos que encontrar un punto intermedio entre quedarnos en casa paralizados por el miedo (también puede explotar el gas) y lanzarnos como descerebrados a vivir aventuras extremas con el único fin de liberar adrenalina y tener algo que contar.

Un abrazo

juanlu -

joder, que ganas de tirar pallá me están entrando...

algarabía -

¡Termoooo! Quina alegría. Jo també t'enyoro. Un petó ben gros.

Te mando un email ;-)

Termo -

Te acompaño en la nostalgia, pero deseo que algún día me puedas hablar más de Yemen, a ser posible ante un café.Te añoro. Muaksssssss

algarabía -

Gracias por el interés, Mezque.
Lo haré. Seguiré hablando de Yemen, de su rocambolesca relación con el planeta Marte, de mi visita a un sheij y su teoría sobre el cáncer de próstata, de las mujeres de negro y los hombres de rosa, de la poliandria...
Sólo me hacen faltan dos cosas: tiempo y que no me venza la nostalgia ;-)

Un abrazo

mezquetillas -

Una sonrisa.

Siempre hay una imagen, sonido,olor o gesto que nos expresan emociones importantes. Eso sí, son personales.

Me apetece que sigas hablando de Yemen ¡ Por qué ese empeño en teñirlo todo de negatividad ? y no lo digo por ti. Esa telaraña mediática que impregna todo de mierda.

¿ Cómo mira la gente ? ¿ escucha ? ¿ tiene curiosidad ? ¿ qué quiere saber ?...

algarabía -

Es cierto, Black. El cultivo del qat lo invade todo porque sustenta la economía familiar y porque su consumo es masivo, pese a los graves problemas que crea en un país tan desoladoramente pobre. Es un tema que da para mucho. Desde sus efectos (fantásticos, por cierto) hasta sus consecuencias socioeconómicas y políticas.
El café yemení es uno de los mejores del mundo (de ahí procede la denominación moka, de la ciudad de al-Mokka), pero los yemeníes no pueden permitírselo. Únicamente en algunas bodas, como lujo, se toma café elaborado con las cáscaras. El grano se exporta a las tiendas de delicatessen del resto del mundo. El signo de los tiempos.
La última vez que estuve allí había un proyecto para incentivar a los cultivadores de qat a que optaran por otro tipo de cultivos (frutas tropicales, por ejemplo, que allí se toman muchos zumos buenísmos de mango y demás), pero no sé si habrá funcionado.
Entre la poca bibliografía que hay en español sobre Yemen, hay un libro de viajes muy interesante que ofrece una buena perspectiva del país y del qat: Rushby, Kevin, "En busca de las flores del paraíso: viaje a través de los campos de droga de Etiopía y El Yemen", Ediciones Península, Barcelona, 2001

Un beso.

Black -

Pues ayer oí decir que los cafetales habían casi desaparecido para dedicarlos al cultivo de qat...