El conflicto no es tan simple
Pedro Martínez Montávez, arabista, profesor emérito de la Universidad Autónoma de Madrid.
Fuente: La Vanguardia
Vaya por delante una aclaración necesaria: a mí no me gusta la expresión Oriente Próximo y Medio, pero si la empleo aquí es porque la que debería emplear, Mashreq, no es todavía de uso corriente entre nosotros. Esta palabra árabe es sin embargo la única que denomina en conjunto a toda esa zona. Sí ha sido aceptada Magreb, pero no Mashreq. Resultaría jugosísimo discutir el porqué de esta diferencia -que no es solamente lingüística-, pero no está el horno para estos bollos.
Quiero referirme a la totalidad de esa región del mundo, y no sólo a uno de sus diversos elementos componentes. Y referirme a la situación actual. Tratar por separado cada una de sus partes me parece en principio un encomiable ejercicio pedagógico, pero resulta casi siempre parcialmente engañoso, una especie de argucia, de añagaza o de espejismo. Posiblemente, es por lo que más se practica. Abordar por separado el conflicto de Palestina, de Líbano, de Iraq, de Siria… (y paremos la enumeración de momento, por temor y por misericordia), puede proporcionar explicaciones y aclaraciones más o menos acertadas acerca de orígenes, motivos, causas y objetivos parciales, pero oculta e impide casi siempre proporcionarlas acerca de todos aquellos aspectos y cuestiones en su dimensión conjunta, que es la principal y de la que todas las demás derivan y son consecuencia. En mayor o en menor grado, con todas las particularidades y especificidades que queramos, pero así es.
Se me argüirá, con razón, que la más correcta metodología clásica aconseja ir de lo particular a lo general. Pero aquí no vale. Una problemática y una conflictividad conjuntas, inevitablemente y por naturaleza entramadas e interaccionadas, como ocurre en esa parte del mundo, imponen lo contrario. Si esta consideración teórica no vale, tengamos en cuenta, pragmáticamente, la realidad. Los tratamientos por separado no están sirviendo para ir aclarando el panorama, sino para oscurecerlo y enmarañarlo aún más. Por eso he afirmado antes que tales iniciativas, seguramente loables y bien intencionadas en bastantes casos, me parecen un comprensible ejercicio pedagógico, pero ahí se quedan, y no se les exija más. Porque no pueden darlo.
Resulta sorprendente y paradójico -al menos, de momento- observar como esa clase de visiones y planteamientos parciales fomentan y consolidan sin embargo las expresiones y supuestas explicaciones más generalizadoras, hasta que éstas quedan finalmente asentadas y son tenidas por indiscutibles. Voy a poner algunos ejemplos, recientísimos, porque será la mejor manera de demostrarlo.
Prácticamente todo el mundo está de acuerdo en que “Israel tiene derecho a defenderse”. Por descontado, como el resto. Lo que ocurre es que ese resto no suele ser explícitamente mencionado ni recordado. Yo pregunto, en consecuencia: ¿no tiene derecho a defenderse Palestina?, ¿no tiene derecho a defenderse Líbano?, ¿no tiene derecho a defenderse Iraq?
Puede haber diferencias entre los procedimientos, mecanismos, formas y circunstancias que se den en los diversos casos, y las hay, de hecho, pero ¿por qué el derecho a defenderse parece privativo y monopolio sólo de una parte?, ¿por qué se nombra explícitamente sólo a esa parte?, ¿por qué Israel es el único presente en el derecho de defensa y todos los demás están ausentes?
Prácticamente también todo el mundo está de acuerdo en que “los responsables del conflicto actual son Hezbollah y Hamas”. Hay quienes apuntan algún calificativo, como únicos, principales, o similares. Hay en ello matices, pero insignificantes, porque la responsabilidad, y la culpabilidad, se le asignan sólo a esa parte. En ello están de acuerdo muchos grandes responsables políticos mundiales, y algún ministro de Exteriores europeo -valga como ejemplo señalado- ha sido muy explícito al respecto. Centrémonos pues en lo que se llama -sin rubor histórico, ni intelectual, ni moral ninguno- el conflicto actual. Se refieren al hecho de que, con todos los respetos, parece en principio menor: los tres soldados israelíes apresados. Esto merece ya una solicitud de aclaración: ¿por qué en este caso se habla de secuestros? Darán la explicación fácil y formal: no se trata de fuerzas regulares por las otras partes, pero tal explicación es realmente inválida. Otra pregunta: ¿se aceptaría que reaccionaran de la misma manera todos aquellos ejércitos cuyos soldados fueran hechos prisioneros? Y se silencian los hechos mayores. Por ejemplo, los centenares, millares de otros presos existentes, desde hace mucho más tiempo y en su mayoría palestinos: adolescentes, jóvenes, adultos, ancianos, mujeres, varones. Todos estos presos ¿son también en origen parte del conflicto actual? Además: ¿forman parte también del conflicto actual o no, de sus orígenes básicos y de sus causas, la amenaza permanente, el bloqueo, la invasión, la ocupación y el sometimiento de territorios que no pertenecen al agresor?, ¿no es legítima la resistencia, las diversas formas de resistencia, contra el agresor, por parte del amenazado, del bloqueado, del invadido, del ocupado, del sometido? ¿Ocupan territorios que no les pertenecen Palestina, Líbano e Iraq?
Otra frase acuñada, empleada además en especial por quienes son considerados más neutrales, objetivos y equidistantes: “la reacción de Israel es desproporcionada”. Y con tal afirmación se consideran también cumplidos.
Si desproporcionar significa sacar de regla y de medida a una cosa, parece absolutamente necesario y exigible que definan y fijen qué regla y qué medida tiene que emplear Israel, qué proporción resulta la adecuada y comprensible, cómo ha de ser castigada la desproporción con que vulnera reglas y normas. Evidentemente, quienes se manifiestan así no añaden nada al respecto ni proporcionan el menor indicio ni señal, pero ello no es obstáculo para que se queden tranquilos. Cuentan, desde luego, con una inamovible seguridad: las partes ahora acusadas jamás podrán reaccionar desproporcionadamente, porque nadie se lo permitiría. Ahora bien, los que vienen hablando de desproporción corren un gravísimo riesgo, y es que pueden ser inmediatamente tachados de israelofobia.
Yo creo que todo esto tiene que ver con la conocida ley del talión, es decir, castigar la ofensa con el mismo daño o mal que se ha causado a la víctima. Idea y práctica acendradamente semíticas, además. Dicen que la víctima es Israel, y que por ello debe castigar y exigir el castigo correspondiente. A mí me ha parecido excepcionalmente revelador lo manifestado recientemente por un responsable político, que creo es europeo: “Se comprende lo del ojo por ojo y diente por diente, pero lo que no se comprende es lo que sucede ahora: el cincuenta ojos por ojo y el cincuenta dientes por diente”. Lo está haciendo con absoluta impunidad la considerada víctima: Israel. Quizás el cálculo no sea totalmente ajustado, pero yo no estoy dispuesto ahora a entrar en cuentas macabras que sólo obsesionan y gustan a los necrófilos. Hay quienes recuerdan asimismo que “la reacción de Israel era previsible”. Mucho más que previsible, totalmente segura. La actuación del Gobierno y del ejército israelí ha sido siempre igual de bárbara, haya o no haya habido provocación.
Intentando seguramente buscar explicaciones de alguna clase a esa “desproporcionada reacción israelí”, un habitual tertuliano radiofónico no ha vacilado en remitir a la psique israelí, o no recuerdo si dijo en tal circunstancia judía o hebrea. Interesantísima esta inmersión en el alma, porque brinda perspectivas de análisis profundas, inéditas tal vez, y auténticamente humanas. El tertuliano en cuestión, obviamente, no se refirió a ninguna otra psique.¿Será porque muchos otros, como los palestinos, los libaneses y los iraquíes, por ejemplo, no la tienen?, ¿será porque no estén también, en su caso, amenazadas y angustiadas, porque no sea su vivir, también, un desvivir?, ¿será porque no estamos acostumbrados a tenerlas en cuenta, las desconozcamos o las despreciemos? ¿Hasta cuándo tendremos que seguir soportando esta clase de exposiciones maniqueas y tendenciosas, infectadas de racismo en la mayoría de los casos?
Existen otras muchas posibles vías de reflexión y de análisis para tratar de ir indagando en el conflicto actual, que no es sino prolongación y permanencia de conflictos muy antiguos y aún en proceso, para buscar explicaciones plausibles y para espantarse ante las previsibles continuaciones y ampliaciones que se abren. Voy a mencionar simplemente algunas de las más importantes, con el propósito de que se entre a fondo y de la manera más amplia y contrastada posible en su discusión. Por ejemplo: ¿existe un proyecto de fragmentación y de balcanización del Próximo y Medio Oriente?, ¿quiénes son sus principales diseñadores, ejecutores, y serían también sus principales beneficiarios? Y si existen, ¿qué procedimientos, métodos, tácticas y estrategias se están siguiendo al respecto para llevarlo a cabo? ¿Por qué la presencia chií en Iraq es vista y tratada de una manera, y en Líbano de otra, radicalmente contraria?
¿Por qué no nos dedicamos a debatir y aclarar estos temas, que son los permanentes y estructurales en el conflicto? ¿Por qué interesan solamente los otros? ¿Todo esto se hace, de verdad, como conveniente ejercicio pedagógico solamente o hay otras intenciones, propósitos y objetivos?
3 comentarios
Anónimo -
Un abrazo.
Termo, me ecanta hacerte feliz. ;-) Un beso
Termo -
jclavijo -
Gran profesor y gran persona.